Lamento tardar tanto en volver a contar mis sueños, pero ahora soy grande y trabajo en oficina, de modo que me queda poco tiempo para escribir. Como ya sabrán, sueño con mucha frecuencia, de modo que hoy contaré algunos de los sueños que tuve en los días que dejé de escribir.
Bien, el primer “sueño” que recuerdo es más una imagen que un sueño como tal. Recuerdo ver a un señor gordo, moreno y canoso –a quien no conozco en la vida real-, que tenía en su inmensa nariz una mariposa mediana de alas amarillas con bordes negros. El señor no parecía asustado pero seguramente lo estaba puesto que yo le decía que tranquilo, que la mariposa no le iba a hacer nada, y que se quedara quieto para que yo se la quitara (no suelo tenerle miedo a los animales pequeños, excepto a las arañas). Fin del sueño, otro sueño bobo.
Lo traigo a colación porque suelo relacionar con colores las cosas, los momentos, las personas, las canciones, y casi todo lo que pasa en mi vida. Por eso el lío no es haberme soñado con una mariposa (pues me gustan las de colores, creo que auguran sorpresas y cosas bonitas), sino que esta fuera amarilla, pues es un color complicado para mí. Creo que transmite energía, alegría, positivismo… todas esas cosas que deberían animarlo a uno a ser y a hacer mucho. Pero me parece un color cansón (y particularmente inmundo en la ropa).
Tal vez lo que me pasa es que soy de las que creen que de eso tan bueno no dan tanto. Me gustan las paredes amarillas, las frutas amarillas, Bob Esponja, el sol. Pero ver una casa amarilla por dentro y por fuera puede dar dolor de cabeza, comer muchas frutas amarillas da dolor de estomago, 2 horas seguidas de Bob Esponja pueden tener efectos secundarios en el comportamiento, todo un día al sol tiene una que otra consecuencia nociva para la piel.
Adicionalmente, creo que no hay personas real y sinceramente amarillas (dejando a un lado al lejano oriente, claro). Creo que esas personas que dicen vivir plenamente felices con quienes son y con lo que tienen son las protagonistas de la típica historia del payaso, que debe aparentar que todo es un chiste para reírse y hacer reír a los demás, pero al final él y su vida son un desastre. Y debo aclarar que a mi parecer, reírse con facilidad no es sinónimo de felicidad, sino de buen humor (quien me conozca sabrá por qué lo digo).
Tal vez esa es la razón de mi conflicto con el amarillo. Creo que las personas que dicen vivir tan felices no son sinceras ni lo suficientemente honestas consigo mismas como para reconocer que debe haber algo en su vida que no les guste, algo que quisieran cambiar, algo que les causa problemas. Además, también relaciono el amarillo con el dinero, cuyas consecuencias en las relaciones humanas son bien conocidas.
Seguramente habrá algún lector que pase por estas líneas en un día “feliz”, y piense que tuve un mal día, que todo es cuestión de actitud, que los problemas están en la cabeza de cada uno, que las situaciones desagradables tienen que verse como una oportunidad de mejorar y de aprender, etc. Y pueden tener razón. Pero quisiera que me dijeran con toda sinceridad cuál es su color, no el que más les gusta, sino de qué color son, de qué color se sienten generalmente. Para eso pueden imaginarse los colores e intentar identificarse con uno de ellos (frío, cálido, primario, secundario, etc.) E independientemente de lo dicho en líneas anteriores ¿alguno es realmente amarillo?
Lo traigo a colación porque suelo relacionar con colores las cosas, los momentos, las personas, las canciones, y casi todo lo que pasa en mi vida. Por eso el lío no es haberme soñado con una mariposa (pues me gustan las de colores, creo que auguran sorpresas y cosas bonitas), sino que esta fuera amarilla, pues es un color complicado para mí. Creo que transmite energía, alegría, positivismo… todas esas cosas que deberían animarlo a uno a ser y a hacer mucho. Pero me parece un color cansón (y particularmente inmundo en la ropa).
Tal vez lo que me pasa es que soy de las que creen que de eso tan bueno no dan tanto. Me gustan las paredes amarillas, las frutas amarillas, Bob Esponja, el sol. Pero ver una casa amarilla por dentro y por fuera puede dar dolor de cabeza, comer muchas frutas amarillas da dolor de estomago, 2 horas seguidas de Bob Esponja pueden tener efectos secundarios en el comportamiento, todo un día al sol tiene una que otra consecuencia nociva para la piel.
Adicionalmente, creo que no hay personas real y sinceramente amarillas (dejando a un lado al lejano oriente, claro). Creo que esas personas que dicen vivir plenamente felices con quienes son y con lo que tienen son las protagonistas de la típica historia del payaso, que debe aparentar que todo es un chiste para reírse y hacer reír a los demás, pero al final él y su vida son un desastre. Y debo aclarar que a mi parecer, reírse con facilidad no es sinónimo de felicidad, sino de buen humor (quien me conozca sabrá por qué lo digo).
Tal vez esa es la razón de mi conflicto con el amarillo. Creo que las personas que dicen vivir tan felices no son sinceras ni lo suficientemente honestas consigo mismas como para reconocer que debe haber algo en su vida que no les guste, algo que quisieran cambiar, algo que les causa problemas. Además, también relaciono el amarillo con el dinero, cuyas consecuencias en las relaciones humanas son bien conocidas.
Seguramente habrá algún lector que pase por estas líneas en un día “feliz”, y piense que tuve un mal día, que todo es cuestión de actitud, que los problemas están en la cabeza de cada uno, que las situaciones desagradables tienen que verse como una oportunidad de mejorar y de aprender, etc. Y pueden tener razón. Pero quisiera que me dijeran con toda sinceridad cuál es su color, no el que más les gusta, sino de qué color son, de qué color se sienten generalmente. Para eso pueden imaginarse los colores e intentar identificarse con uno de ellos (frío, cálido, primario, secundario, etc.) E independientemente de lo dicho en líneas anteriores ¿alguno es realmente amarillo?
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